Cenicienta
Personifica la bondad y la generosidad. Se
apiada de un mendigo (que no es otro que el Príncipe disfrazado)
que pide limosna y al que ofrece alimento aún sabiendo que puede
tener serios problemas con sus hermanastras. Pauline Viardot encomienda
este rol a una soprano de tipo lírico-ligero, resaltando
así la espiritualidad del personaje.
El Príncipe
Corresponde al perfil clásico.
Desde el principio expone su declaración de principios: busca
una esposa que lo ame por su calidad humana y no por su status. Por
ello utiliza el recurso del disfraz, adoptando los harapos de un
humilde mendigo. Rol destinado a una voz de tenor lírico-ligero.
Barrigul
Chambelán o ayudante de
cámara del Príncipe. Intercambia su identidad con el
Príncipe. Voz muy similar a la del Príncipe, aunque con
una escritura un poco más aguda; de ahí que resulte
verosímil el intercambio de sus identidades, siguiendo la
estrategia del príncipe durante el baile del 2º acto.
Las Hermanastras:
Armelinda y Maguelone
Presumidas y pretenciosas. Sólo les
preocupa estar hermosas y buscar un buen partido. Se comportan de
manera despótica con Cenicienta.
Ambas intervienen en todo momento cantando
a dúo de forma alternativa o simultánea, para las que la
compositora pensó en una soprano y mezzosoprano buscando el
contraste tímbrico entre ambas.
Barón de Picolargo
Padre de Cenicienta. Personaje de nuevo
rico con pasado dudoso. Compra su título nobiliario para
aparentar y ascender socialmente. Engreído y fanfarrón.
Rol confiado a la voz de barítono, tesitura encomendada
habitualmente a personajes de cierta edad.
Hada madrina
Representa la justicia poética, cumpliendo con la moraleja de que toda buena acción tendrá su recompensa. Ella es la artífice del triunfo del amor verdadero entre una joven humilde y un rico príncipe a quien le oculta su identidad. Aparece para ayudar a Cenicienta y convertir con sus poderes mágicos su sueño en realidad. Apoyada en una voz de soprano ligera que sugiera el carácter etéreo y mágico del personaje.